El actual periodo presidencial de Luis Abinader arrastra consigo la herencia del mandato anterior. Tradicionalmente, en nuestro país se concede un tiempo para permitir que un gobierno nuevo trabaje con relativa tranquilidad. Sin embargo, a medida que avanza el segundo mandato, se hace cada vez más evidente la atención que se pone sobre las promesas y las ejecuciones del gobierno.
A su favor, el presidente Abinader podía justificar algunas dificultades señalando la herencia de las administraciones del PLD, especialmente debido a la persistencia de problemas que aún afectan al país. Además, el tema de la corrupción ha sido un factor clave para señalar los errores en la administración de los recursos públicos durante los gobiernos peledeístas.
No obstante, ahora el gobierno se enfrenta a la urgencia de presentar propuestas más tangibles y concretas. De lo contrario, corre el riesgo de un desgaste acelerado de su credibilidad y apoyo.
En una correcta interpretación de la coyuntura actual, el presidente Abinader ha presentado un plan de gobierno con diez grandes objetivos para alcanzar hasta el final de su mandato. Temas sensibles como la seguridad ciudadana, la vivienda, la movilidad social, la expansión económica, el turismo, la educación, la lucha contra la pobreza, los accidentes automovilísticos y la mejora de la coordinación de los gabinetes del gobierno son los grandes ejes en los que el gobierno pretende enfocarse.
Este plan tiene como objetivo elevar a un 50% la población de la clase media dominicana y llevar el PIB per cápita a 15,000 dólares para 2028. Sin duda, es un gran propósito, aunque no podemos evitar la interrogante: ¿cómo será posible alcanzar este objetivo, dados los nuevos desafíos que enfrenta el gobierno, como la retirada de su propuesta de “Modernización Fiscal”, y cómo solventar los pagos de la deuda externa y el déficit presupuestario?
De igual manera, resulta ambiciosa la meta de lograr que 14 millones de turistas visiten nuestro país. Para ello, suponemos que será necesario aumentar la capacidad de alojamiento del sector. No obstante, debemos ser conscientes de que el turismo depende de una diversidad de factores, tanto nacionales como internacionales, algunos de los cuales no están bajo el control de la República Dominicana.
Positivo es también el objetivo de dotar de agua potable a más hogares, reducir el desempleo por debajo del 5%, declarar a la República Dominicana libre de hambre y eliminar la pobreza extrema. Son metas encomiables que esperamos sean alcanzadas, pues tendrían un gran impacto en la mejora de la calidad de vida de la población dominicana. Cabe reconocer, sin embargo, que estas son tareas pendientes que han sido soslayadas durante mucho tiempo.
Lo importante, además del anuncio del plan de gobierno, es la creación de “Unidades de Cumplimiento”, las cuales deberán dar seguimiento a la implementación de lo planificado para garantizar los resultados esperados. En este sentido, se ha presentado un plan concreto, y los ciudadanos dominicanos tendremos la oportunidad de observar, vigilar y determinar si el gobierno está orientando sus políticas y acciones hacia la consecución de los objetivos planteados, para así evaluar sus resultados de manera objetiva y concreta.
Históricamente, nuestro país ha carecido de un verdadero plan de desarrollo que establezca programas y proyectos bien definidos hacia donde deben concentrarse los esfuerzos y recursos. En una nación con las características que tenemos, donde persisten problemas fundamentales sin que se haya logrado resolver ninguno de los grandes desafíos nacionales, la ausencia de un plan de desarrollo revela un vacío de concertación y compromisos de la clase política dominicana. Esto ha permitido que cada presidente asuma individualmente lo que entiende según sus convicciones o los intereses de los grupos que lo rodean.
Albergamos la esperanza de que este plan de gobierno del presidente Abinader se ejecute conforme lo planteado y que se alcancen todas las metas propuestas.