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Norcorea destruye centro de pruebas nucleares de Punggye-ri, al noreste del país.

Potentes explosiones se emplearon para destruir barracas, torres de observación y otras instalaciones, según relataron los medios surcoreanos presentes.

SEÚL. Corea del Norte destruyó este jueves ante un grupo de periodistas extranjeros los túneles de su centro de pruebas atómicas, un gesto destinado a exhibir el compromiso de Pyongyang para lograr la desnuclearización de la península.

El régimen detonó ante unos veinte periodistas de cinco países (Corea del Sur, China, EEUU, Rusia y el Reino Unido) al menos tres de los cuatro entramados de galerías subterráneas (el cuarto se cree que lleva inutilizado desde 2006) del centro nuclear de Punggye-ri, en la provincia de Hamgyong del Norte (noreste del país).

Los testigos contemplaron la entrada de algunos circuitos de túneles y observaron después, desde unos 500 metros, unas potentísimas explosiones que se emplearon para destruir también barracas, torres de observación y otras instalaciones, según relataron los medios surcoreanos presentes.

En este centro ha realizado Pyongyang sus seis pruebas nucleares en 2006, 2009, 2013, 2016 (en dos ocasiones) y la última y más potente en septiembre de 2017, cuando la detonación se cree que alcanzó el cuarto de megatón (unas 250 veces más potente que la primera explosión de 2006 y 15 veces más que la bomba de Hiroshima).

Para llegar ahí, los periodistas tomaron un tren en Wonsan (costa oriental) el miércoles y tardaron 12 horas en recorrer -con las cortinas cerradas para no ver el exterior- más de 300 kilómetros de la línea Pyongra hasta llegar a Kilju, desde donde fueron por carretera hasta el Monte Mantap, en cuyas faldas está el complejo.

Debido a lo remoto de la zona en la que se encuentra el centro de pruebas (a unos 370 kilómetros al noreste de Pyongyang), los periodistas indicaron que no será posible transmitir imágenes de las operaciones de desmantelamiento hasta su retorno a Wonsan, previsiblemente a primera hora del viernes (hora local).

Del mismo modo, tampoco han podido confirmar si el líder norcoreano, Kim Jong-un, asistió a la destrucción de las galerías de Punggye-ri.

Tampoco lo han hecho de momento los medios de propaganda del régimen al informar del operativo, que según una nota de la agencia KCNA se ha realizado para “desmantelar completamente” las instalaciones.

Según el texto, las explosiones han colapsado los túneles y bloqueado “por completo” las entradas de los mismos, en un gesto que muestra “transparencia con respecto a la interrupción de pruebas nucleares”.

Añade también que “se ha confirmado que no ha habido ningún tipo de fuga de materiales radiactivos” ni impacto medioambiental debido a las explosiones.

La demolición del lugar fue anunciada después de que ambas Coreas firmaran el 27 de abril una declaración comprometiéndose a trabajar para la “total desnuclearización de la península”.

El Gobierno de Seúl celebró hoy las informaciones llegadas de Punggye-ri y expresó su deseo de que “sirva como oportunidad para que avance la desnuclearización”, según dijo el portavoz de Exteriores, Noh Kyu-duk, en declaraciones recogidas por la agencia Yonhap.

El propio régimen argumentó además al anunciar el desmantelamiento que considera que ha alcanzado el estatus de Estado nuclear y que por ello no necesita realizar más pruebas en Punggye-ri, un lugar que según varios expertos podría haber quedado ya inservible tras la última y potente prueba de 2017.

Además, algunos -incluyendo a expertos de Inteligencia en EEUU, también creen que Punggye-ri podría ser reabierto en poco tiempo si Pyongyang así lo decide o que el régimen podría excavar un complejo similar sin gran esfuerzo en otros puntos del país.

En 2008 Pyongyang ya hizo gala de su compromiso desnuclearizador destruyendo ante prensa y funcionarios de EEUU y del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) la torre de refrigeración de su reactor de Yongbyon, aunque al poco éste volvería a operar y a producir plutonio para los test de Punggye-ri.

En cualquier caso, y tras un 2017 marcado por las continuas pruebas de armas de Pyongyang y sus duros cruces de amenazas con Trump, muchos ven en esta ceremonia, por simbólica que sea, un avance diplomático para solucionar el conflicto en torno a la península coreana.

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